4 de abril de 2012

Violencia estudiantil

                             

Doctor Francisco Rodríguez

¿En qué consiste?
La violencia estudiantil es aquella que caracteriza al estudiante en su rol de actor-protagonista del proceso de escolarización tanto básico como superior y por tanto se diferencia de la violencia escolar. Esta se refiere a la acción de agresividad maligna que tiene lugar en el ámbito del espacio escolar y comprende tanto a la violencia proveniente del maestro y/o las autoridades como la violencia que se produce entre los escolares mismos. Esta violencia puede ir desde el simple acoso hasta situaciones de enfrentamientos armados que culminen con la muerte o heridas graves dentro de la institución escolar. Diferencias fundamentales: la violencia escolar es una violencia institucional en tanto que la violencia estudiantil no lo es. Otra diferencia es que en la violencia estudiantil el actor- protagonista es siempre el estudiante, en cambio en la escolar no tiene porque ser el estudiante el protagonista puesto que intervienen otros actores como son los maestros, autoridades escolares, empleados de la institución, etc.    

Orígenes históricos del fenómeno:

Después del movimiento estudiantil conocido como “el Mayo francés” ocurrido en la ciudad de Paris en el año 1968, se desatan movilizaciones de estudiantes en toda Latinoamérica y particularmente en Venezuela. Se abre un período de violencia estudiantil que sacude las estructuras del estado y sociales en general. El gobierno, la familia y específicamente la escuela, sufren transformaciones sustantivas derivadas de la presencia del movimiento estudiantil protestatario.

Sin embargo, esta violencia es de naturaleza esencialmente política y contracultural. Se trata de ir en contra de un sistema social y sus instituciones, vale decir, en contra del establecimiento no solo político y social sino también cultural.

La violencia estudiantil hoy:

En contraste, la violencia que emerge hoy de las instituciones escolares (fundamentalmente liceos y escuelas técnicas), es una violencia mayoritariamente  social interpersonal. La desaparición de la “guerra fría” y la caída del bloque del socialismo soviético, trajo consigo el advenimiento de un proceso de despolitización de las movilizaciones estudiantiles y el desplazamiento del centro de interés de la cuestión política a lo meramente reivindicativo; pero sobre todo, al campo de los enfrentamientos entre instituciones escolares y lo que es mas grave aún, al plano de  los enfrentamientos interpersonales.

Se acabaron las protestas por la guerra de Viet-nam, por el carácter autoritario y rígido de las instituciones escolares, contra la familia burguesa y el dominio patriarcalista, contra el sistema social capitalista y la explotación, contra el imperialismo, etc. Ahora, se protesta por la falta de dotación escolar, por el comedor, falta de ventiladores, por las venganzas y las “culebras”, etc.

 La violencia estudiantil, desde hace ya algún tiempo, ha dejado de dirigirse  predominantemente hacia el sistema y las instituciones públicas para  pasar a ser violencia de los estudiantes en contra de ellos mismos. En vez de definir espacios e ideologías políticas a partir de los cuales se protestaba y luchaba, los estudiantes hoy definen territorios, espacios vitales e intereses grupales en cuyo contexto se dan  los enfrentamientos. Ha ocurrido un fenómeno de tribalización en el comportamiento y las formas de establecer vínculos con los pares y esto se manifiesta en la  manera como el estudiante define su  espacio vital-el territorio- y genera nuevas formas de solidaridad y  organización social.

En vez de ideales que inducían a la participación en partidos políticos, asociaciones y organizaciones  gremiales de orden estudiantil, lo que moviliza al estudiante hoy es el enfrentamiento por la “culebra”, la venganza y la defensa ante un ataque (real o imaginario) del otro  que ahora es un ataque en contra del grupo al cual pertenece el joven víctima del ataque. 

Casos emblemáticos de violencia estudiantil:

El caso reciente del estudiante que fue asesinado por un compañero  con un cuchillo después de una persecusión en autobús por toda la ciudad.  Por otro lado, el de la estudiante de 12 años que fue asesinada por una compañera de estudios de la misma edad. Todo esto  llama poderosamente a la reflexión a todas aquellas personas que nos ocupamos del fenómeno; no sólo como profesionales, sino también como padres de familia.

Estos   hechos, más que  actos criminales,  pueden ser tomados como verdaderos termómetros de la gravedad que últimamente han adquirido la violencia social en general y la violencia estudiantil en particular; no sólo en la región sino también en el país en general.


Factores causales del problema:

En este caso encontramos muchos factores pero podemos sintetizar diciendo que es el producto de hasta donde ha llegado el proceso de putrefacción de una sociedad y sus instituciones en su totalidad. Así podemos hablar de una lista de factores, pero siempre quedarán por fuera muchos otros no menos importantes:

1.- El surgimiento y entronización de una “cultura de la violencia”, que emerge en el seno de una verdadera “ecología social de la violencia” Esta se incuba en múltiples lugares de la sociedad, pero sobre todo en esos barrios pobres y marginales en donde el resentimiento y la frustración permanentemente “rumiados” se mezclan con la desesperanza y la complicidad vecinal. Esa carga socioemocional destructiva y autodestructiva es arrastrada por los jóvenes que ingresan a las instituciones educativas y constituye el “combustible” para la violencia interpersonal.

2. Estamos asistiendo, hoy en Venezuela, a un acontecimiento (no es exclusivo del país) que es lo peor que le puede ocurrir a una sociedad en tanto plataforma para la socialización y formación de los muchachos: la quiebra de las instituciones primarias y de base  fundamentales como son: la familia, la pareja y la escuela. Con esas bases carcomidas no podemos levantar satisfactoriamente al nuevo ciudadano de la nueva república.

3. La profunda erosión de valores que tradicionalmente sustentaban nuestra íntima “manera de ser”, como son: la solidaridad, la fraternidad, el respeto del otro (de sus cosas y de su espacio), la misericordia y la compasión; virtudes profundamente cristianas que  conducen a la compasión y al perdón. Ahora los valores predominantes, son: el poder, la fuerza, el dinero, el carro,  la posesión de objetos, el consumo. Esta es la nueva tabla de valores que le estamos transmitiendo a los muchachos y esto es muy grave porque estos nuevos valores promueven la violencia.

4.- La profunda crisis de los esquemas de la  sociedad civilizada que se vive hoy, está conduciendo a la aparición de tipos de comportamiento verdaderamente salvajes y primitivos que son como una “regresión” a etapas históricas que la civilización había superado ya.

5.- En este sentido se ha producido un proceso de “inversión de valores” porque del  patrón cultural de la sociedad tradicional que promovía a la persona pacífica, cordial y amigable, se ha pasado a un patrón en el cual lo que predomina es el ideal de reafirmación del yó expresado en el estereotipo de  la persona agresiva, dotado de cierta dosis de “fiereza”, con capacidad de hacer daño y sobre todo con capacidad de infundir miedo para tener poder y dominar sobre el  Otro.   

6.- Por otra parte y con respecto a los jóvenes en sí, tenemos que aceptar que como padres, como sociedad, como estado, no nos estamos ocupando integralmente de nuestros muchachos. Eso es una forma de abandono porque nos ocupamos de los muchachos cuando hacen algo malo, del resto, ellos son una carga que depositamos en las guarderías y escuelas, mientras nosotros estamos en el trabajo o en otras cosas. Hay un cierto grado de abandono relativo en la situación del niño que pasa demasiado tiempo solo o cuidado por otras personas que no son sus padres.

7. En este contexto socioafectivo, el muchacho puede adoptar un comportamiento de problematización y violencia como un mecanismo de “llamado de atención” a los padres y adultos significativos y reafirmación de su propio yó. La violencia aquí cumple el papel de ser un mecanismo proveedor de “beneficios secundarios” en situaciones de carencias afectivas múltiples y crónicas.   

Es este, el terreno abonado para el surgimiento de una explosión de agresividad maligna como la que estamos observando hoy y sobre todo de
violencia estudiantil.          

¿Qué hacer ante esta situación?

Bueno, nadie tiene un recetario para eliminar la violencia estudiantil. Este, como hemos visto ya es un problema de una gran complejidad. Sin embargo, pudiéramos asomar algunos elementos que si se ponen en práctica, serían beneficiosos:

1.- En primer lugar hay que reconstruir la familia como institución social primaria de la sociedad; sobre todo para los miembros jóvenes de ésta. Especialmente tenemos que redefinir y reconstruir el rol de padres y la autoridad familiar.

2.- Tenemos que inculcar valores de integración social en los niños y adolescentes: respeto, responsabilidad, solidaridad, amor, tolerancia: vale decir, convivencia social. Tenemos que crear espacios de convivencia social en la familia, las instituciones escolares, la calle, el trabajo y la sociedad en general. Es necesario que los medios masivos de comunicación comiencen una campaña orientada a vender estos valores (como se vende un producto comercial) y a generar una cultura de la convivencia social.

3.- Tenemos que prestarles más atención a los niños y jóvenes en general. Estos no deben ser vistos como una carga que en cuanto podemos son depositados en lugares bien lejos de nosotros los padres y cuidadores. Ellos son  personas también que en cuanto tales son iguales y diferentes a nosotros al mismo tiempo. Son iguales en cuanto a que son personas también con los mismos derechos y capacidades y son diferentes en cuanto a que su mundo y universo de intereses, inquietudes, aspiraciones y necesidades, son diferentes. La violencia también puede ser un medio para llamar la atención.         


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