Doctor Francisco Rodríguez
¿En qué consiste?
La violencia estudiantil es
aquella que caracteriza al estudiante en su rol de actor-protagonista del
proceso de escolarización tanto básico como superior y por tanto se diferencia
de la violencia escolar. Esta se refiere a la acción de agresividad maligna que
tiene lugar en el ámbito del espacio escolar y comprende tanto a la violencia
proveniente del maestro y/o las autoridades como la violencia que se produce
entre los escolares mismos. Esta violencia puede ir desde el simple acoso hasta
situaciones de enfrentamientos armados que culminen con la muerte o heridas
graves dentro de la institución escolar. Diferencias fundamentales: la
violencia escolar es una violencia institucional en tanto que la violencia
estudiantil no lo es. Otra diferencia es que en la violencia estudiantil el actor-
protagonista es siempre el estudiante, en cambio en la escolar no tiene porque
ser el estudiante el protagonista puesto que intervienen otros actores como son
los maestros, autoridades escolares, empleados de la institución, etc.
Orígenes históricos
del fenómeno:
Después del movimiento
estudiantil conocido como “el Mayo francés” ocurrido en la ciudad de Paris en
el año 1968, se desatan movilizaciones de estudiantes en toda Latinoamérica y
particularmente en Venezuela. Se abre un período de violencia estudiantil que
sacude las estructuras del estado y sociales en general. El gobierno, la
familia y específicamente la escuela, sufren transformaciones sustantivas
derivadas de la presencia del movimiento estudiantil protestatario.
Sin embargo, esta violencia es
de naturaleza esencialmente política y contracultural. Se trata de ir en contra
de un sistema social y sus instituciones, vale decir, en contra del
establecimiento no solo político y social sino también cultural.
La violencia estudiantil
hoy:
En contraste, la violencia que
emerge hoy de las instituciones escolares (fundamentalmente liceos y escuelas
técnicas), es una violencia mayoritariamente
social interpersonal. La desaparición de la “guerra fría” y la caída del
bloque del socialismo soviético, trajo consigo el advenimiento de un proceso de
despolitización de las movilizaciones estudiantiles y el desplazamiento del
centro de interés de la cuestión política a lo meramente reivindicativo; pero
sobre todo, al campo de los enfrentamientos entre instituciones escolares y lo
que es mas grave aún, al plano de los
enfrentamientos interpersonales.
Se acabaron las protestas por
la guerra de Viet-nam, por el carácter autoritario y rígido de las
instituciones escolares, contra la familia burguesa y el dominio
patriarcalista, contra el sistema social capitalista y la explotación, contra
el imperialismo, etc. Ahora, se protesta por la falta de dotación escolar, por
el comedor, falta de ventiladores, por las venganzas y las “culebras”, etc.
La violencia estudiantil, desde hace ya algún
tiempo, ha dejado de dirigirse
predominantemente hacia el sistema y las instituciones públicas
para pasar a ser violencia de los
estudiantes en contra de ellos mismos. En vez de definir espacios e ideologías
políticas a partir de los cuales se protestaba y luchaba, los estudiantes hoy
definen territorios, espacios vitales e intereses grupales en cuyo contexto se
dan los enfrentamientos. Ha ocurrido un
fenómeno de tribalización en el
comportamiento y las formas de establecer vínculos con los pares y esto se
manifiesta en la manera como el
estudiante define su espacio vital-el
territorio- y genera nuevas formas de solidaridad y organización social.
En vez de ideales que inducían
a la participación en partidos políticos, asociaciones y organizaciones gremiales de orden estudiantil, lo que
moviliza al estudiante hoy es el enfrentamiento por la “culebra”, la venganza y
la defensa ante un ataque (real o imaginario) del otro que ahora es un ataque en contra del grupo al
cual pertenece el joven víctima del ataque.
Casos
emblemáticos de violencia estudiantil:
El caso reciente del
estudiante que fue asesinado por un compañero
con un cuchillo después de una persecusión en autobús por toda la ciudad. Por otro lado, el de la estudiante de 12 años
que fue asesinada por una compañera de estudios de la misma edad. Todo esto llama poderosamente a la reflexión a todas
aquellas personas que nos ocupamos del fenómeno; no sólo como profesionales,
sino también como padres de familia.
Estos hechos,
más que actos criminales, pueden ser tomados como verdaderos termómetros
de la gravedad que últimamente han adquirido la violencia social en general y
la violencia estudiantil en particular; no sólo en la región sino también en el
país en general.
Factores
causales del problema:
En este caso encontramos
muchos factores pero podemos sintetizar diciendo que es el producto de hasta
donde ha llegado el proceso de putrefacción de una sociedad y sus instituciones
en su totalidad. Así podemos hablar de una lista de factores, pero siempre
quedarán por fuera muchos otros no menos importantes:
1.- El surgimiento y
entronización de una “cultura de la violencia”, que emerge en el seno de una
verdadera “ecología social de la violencia” Esta se incuba en múltiples lugares
de la sociedad, pero sobre todo en esos barrios pobres y marginales en donde el
resentimiento y la frustración permanentemente “rumiados” se mezclan con la
desesperanza y la complicidad vecinal. Esa carga socioemocional destructiva y
autodestructiva es arrastrada por los jóvenes que ingresan a las instituciones
educativas y constituye el “combustible” para la violencia interpersonal.
2. Estamos asistiendo, hoy en
Venezuela, a un acontecimiento (no es exclusivo del país) que es lo peor que le
puede ocurrir a una sociedad en tanto plataforma para la socialización y
formación de los muchachos: la quiebra de las instituciones primarias y de
base fundamentales como son: la familia,
la pareja y la escuela. Con esas bases carcomidas no podemos levantar
satisfactoriamente al nuevo ciudadano de la nueva república.
3. La profunda erosión de
valores que tradicionalmente sustentaban nuestra íntima “manera de ser”, como
son: la solidaridad, la fraternidad, el respeto del otro (de sus cosas y de su
espacio), la misericordia y la compasión; virtudes profundamente cristianas
que conducen a la compasión y al perdón.
Ahora los valores predominantes, son: el poder, la fuerza, el dinero, el
carro, la posesión de objetos, el
consumo. Esta es la nueva tabla de valores que le estamos transmitiendo a los
muchachos y esto es muy grave porque estos nuevos valores promueven la
violencia.
4.- La profunda crisis de los
esquemas de la sociedad civilizada que
se vive hoy, está conduciendo a la aparición de tipos de comportamiento
verdaderamente salvajes y primitivos que son como una “regresión” a etapas
históricas que la civilización había superado ya.
5.- En este sentido se ha
producido un proceso de “inversión de valores” porque del patrón cultural de la sociedad tradicional que
promovía a la persona pacífica, cordial y amigable, se ha pasado a un patrón en
el cual lo que predomina es el ideal de reafirmación del yó expresado en el
estereotipo de la persona agresiva,
dotado de cierta dosis de “fiereza”, con capacidad de hacer daño y sobre todo
con capacidad de infundir miedo para tener poder y dominar sobre el Otro.
6.- Por otra parte y con
respecto a los jóvenes en sí, tenemos que aceptar que como padres, como
sociedad, como estado, no nos estamos ocupando integralmente de nuestros
muchachos. Eso es una forma de abandono porque nos ocupamos de los muchachos
cuando hacen algo malo, del resto, ellos son una carga que depositamos en las
guarderías y escuelas, mientras nosotros estamos en el trabajo o en otras
cosas. Hay un cierto grado de abandono relativo en la situación del niño que
pasa demasiado tiempo solo o cuidado por otras personas que no son sus padres.
7. En este contexto
socioafectivo, el muchacho puede adoptar un comportamiento de problematización
y violencia como un mecanismo de “llamado de atención” a los padres y adultos
significativos y reafirmación de su propio yó. La violencia aquí cumple el
papel de ser un mecanismo proveedor de “beneficios secundarios” en situaciones
de carencias afectivas múltiples y crónicas.
Es este, el terreno abonado
para el surgimiento de una explosión de agresividad maligna como la que estamos
observando hoy y sobre todo de
violencia estudiantil.
¿Qué hacer
ante esta situación?
Bueno, nadie tiene
un recetario para eliminar la violencia estudiantil. Este, como hemos visto ya
es un problema de una gran complejidad. Sin embargo, pudiéramos asomar algunos
elementos que si se ponen en práctica, serían beneficiosos:
1.- En primer
lugar hay que reconstruir la familia como institución social primaria de la
sociedad; sobre todo para los miembros jóvenes de ésta. Especialmente tenemos
que redefinir y reconstruir el rol de padres y la autoridad familiar.
2.- Tenemos que
inculcar valores de integración social en los niños y adolescentes: respeto,
responsabilidad, solidaridad, amor, tolerancia: vale decir, convivencia social.
Tenemos que crear espacios de convivencia social en la familia, las
instituciones escolares, la calle, el trabajo y la sociedad en general. Es
necesario que los medios masivos de comunicación comiencen una campaña
orientada a vender estos valores (como se vende un producto comercial) y a
generar una cultura de la convivencia social.
3.- Tenemos que
prestarles más atención a los niños y jóvenes en general. Estos no deben ser
vistos como una carga que en cuanto podemos son depositados en lugares bien
lejos de nosotros los padres y cuidadores. Ellos son personas también que en cuanto tales son iguales
y diferentes a nosotros al mismo tiempo. Son iguales en cuanto a que son
personas también con los mismos derechos y capacidades y son diferentes en
cuanto a que su mundo y universo de intereses, inquietudes, aspiraciones y
necesidades, son diferentes. La violencia también puede ser un medio para
llamar la atención.
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